lunes, 12 de octubre de 2009

¿A qué sabe la medianoche?

Abrimos los ojos, abres los dientes y todo parece estar deconstruido, y nada es sino un cúmulo de pedazos soñolientos que como el sol, circulan en espiral. A cada bocanada de cemento le corresponde otra de hormigón. Nuestros pulmones al fin saborean el devenir y de la gravedad, parece que en un futuro no muy lejano se vayan a caer a nuestros pies.
Por decir gilipolleces podría no cejar en mi empeño y disponer, para mi uso particular, de una enciclopedia entera.
La lluvia ha llegado, ya llegó y estabas lejos, cada una de sus gotas me orada la piel y apenas sé que decir cuando todo está encendido en llamas.
Es ridículo ser ridículo, es en vano, es insano.
Niña, cómprame medio kilo de esas sonrisas que están prohibidas.
Traéme el hedor de los espejos enclaustrados, la tinta de los ojos bovinos de pablo picasso.
Y deja que me vaya.

2 comentarios:

  1. La medianoche sabe a ti, a tu piel, a tus ojos, a tu pelo despeinado y a tu cabeza atolondrada; a tus palabras que brotan como cascadas vírgenes de agua, a tu música, a tu guitarra, a tus manos dibujadas, a tu boca soplando la armónica, a tu forma de mirar, a tus gestos, a tu risa...

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