domingo, 18 de abril de 2010

En ocasiones me difumino en la lluvia, la miro y es una sensación plácida y sincera, no pretendo hacer nada ni ser nada. Es entonces cuando la lluvia, con su hálito de cicuta se introduce mucho más allá de mi piel, las horas devienen azules y su perfume es amargo, amargo hasta exasperarme. Es entonces cuando recuerdo todo, los que se han ido y los que vendrán, en esos precisos instantes en los que el tiempo multiplica su densidad hasta límites insospechados. Es entonces cuando el brillo de mis ojos se apaga y canto canciones tristes, intento levantarme pero no lo consigo. Pero sé que habrá una mañana en la que abra los ojos y el sol me ciegue, me traiga música de más allá del horizonte.
Mientras escribo esto me doy cuenta de mis estupideces, de que la vida es grande y de que poder besarte es lo más bello que me ha pasado. No llega música del horizonte, ni vienen a verme los rayos del sol, pero estoy vivo, respiro y sonrío.