domingo, 28 de febrero de 2010

noventa y uno y medio

La lástima de todo esto era que ella estaba conectada a una máquina con el nombre de vida.

Vivir, puede que tan sólo sea una cándida ilusión, difuminada desde el albor de los tiempos y la conmensurabilidad del espacio. La presencia de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, las palabras que nos atormentan desde el averno de nuestra conciencia. Un arché primigéneo, castigado, precocinado e inválido. La tele crepitando de sol a sol, el apurado eufemismo de flojear de la cabeza. Todavía recuerdo cuando ella creía oír a Juanito Valderrama en medio de la noche.

Decían que atesoraba en los pulmones un océano insalvable, un recóndito mare nostrum condensado en las fronteras de su cuerpo, un rugido de baho, a cada paso más inerte y sosegado.

Tales decía que todo nace y muere en el agua, la vida y la muerte son partícipes de este líquido, sibilino y transformable, perpetuo en su mutabilidad, Anaximandro en cambio sostenía que es el aire, aquello que se solidifica y nos nutre, siendo el hombre, hasta el fin de sus días un ser neumático, vaporizable, cual globo aerostático, humidificador o olla exprés.

Aferrados su cama, los dos demagogos en acaloradas pugnas dialécticas llegaron a manchar las sábanas del hospital de saliba. Se ahogaba, estaba hecha de agua, estaba condenada a la indolente falibilidad de lo humano. Sus pulmones, su pneuma, su physis, no iban a ser menos.
¿Quien desperezaría la inminente fatalidad?

Ella era un fuerte, la roca, el peñasco anclado a la adversidad, toda la fauna que poblaba la antesala del Arnau, el verde de su corral, el canto de los canarios, era las cien maneras posibles de hacer brotar una sandía, era las alhajas que le arrancaron, ella era la sustancia de un ayer mejor y un futuro pecaminoso, ella era mi poca verguenza, la calderilla en mi cajón, un poso de café con leche, la mar salá, las peladillas, los pestiños, el extraperlo, los grises.La historia de noventa y un invierno y medio.

Me contó que vivía una tortuga en la parte de atrás, la recogieron del pueblo, me contó que vivía para siempre.

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